Había una vez una florista llamada Andrea que regentaba su propia floristería. Era una mujer joven y apasionada por las flores y las plantas, por lo que se había dedicado a este negocio con todas sus fuerzas.
Un día, recibió un encargo muy especial. Una cliente le pidió que le entregara un ramo de flores en su casa, ya que quería sorprender a su marido. Andrea aceptó el encargo con gusto y se dispuso a preparar el ramo más bonito que había hecho nunca.
Sin embargo, al salir de la floristería, se dio cuenta de que no recordaba la dirección de la casa de la cliente. Había anotado el nombre de la calle, pero no el número, ni tampoco la localidad donde se encontraba.
Andrea entró en pánico. ¿Cómo iba a encontrar la casa de la cliente si no sabía dónde estaba? Pensó en llamarla por teléfono, pero recordó que la cliente le había dicho que no estaría en casa hasta las seis de la tarde, y para entonces sería demasiado tarde para entregar el ramo.
Entonces se le ocurrió una idea. Decidió recorrer todas las calles de la ciudad en busca del nombre de la cliente. Sabía que era una misión imposible, pero estaba dispuesta a intentarlo.
Así que, armada con su ramo de flores, empezó a caminar por las calles de la ciudad. Iba preguntando a todo el que se cruzaba por el nombre de la cliente, pero nadie parecía conocerla.
Llevaba ya varias horas de búsqueda cuando se encontró con un hombre muy amable que le dijo que conocía a la cliente y que sabía dónde vivía. Andrea saltó de alegría y le agradeció efusivamente su ayuda.
El hombre le indicó la dirección y Andrea se puso en marcha de nuevo. Sin embargo, cuando llegó a la casa indicada, se dio cuenta de que no era la correcta. La cliente no vivía allí.
Desesperada, Andrea seguía sin saber dónde entregar el ramo. Decidió ir a la floristería y esperar a que la cliente la llamara. Pero la llamada nunca llegó.
Horas más tarde, mientras estaba cerrando la tienda, recibió una llamada desconocida. Al descolgar, escuchó la voz de la cliente, riéndose a carcajadas.
- Hola Andrea, ¿cómo estás? Quería contarte que acabo de recibir el ramo de flores que me enviaste esta mañana.
Andrea se quedó perpleja. ¿Cómo era posible? ¿Dónde había entregado el ramo?
- Lo siento mucho, pero no pude encontrar tu casa –explicó Andrea, todavía confusa– ¿Me podrías decir dónde las entregué?
- ¡Pero si las entregaste en mi trabajo! –exclamó la cliente– Me ha encantado el ramo, es precioso.
Andrea se sonrojó de vergüenza. Había estado buscando la casa de la cliente durante horas, sin darse cuenta de que la dirección que le había dado correspondía a su lugar de trabajo.
- Lo siento mucho –se disculpó Andrea– Ha sido un error mío, estoy muy despistada hoy.
La cliente se rió de nuevo.
- No te preocupes, Andrea. Realmente me ha hecho mucha gracia toda la aventura que has tenido para entregarme el ramo. Nunca me había reído tanto en mi trabajo.
Andrea suspiró de alivio y se alegró de que la cliente no se hubiera enfadado con ella. Y aprendió una importante lección: siempre hay que prestar atención a los detalles y anotar bien las direcciones de entrega de flores y plantas a domicilio.
Desde entonces, Andrea se aseguró de tener siempre un mapa de la ciudad a mano y nunca más volvió a perder el rumbo. Y la cliente se convirtió en su mejor cliente, encargándose ramos de flores y plantas a domicilio cada vez que tenía la oportunidad.