Ser autónomo tiene su parte positiva y su parte negativa. Y dependiendo de cómo vaya el negocio sueles poner más énfasis en lo positivo o en lo negativo. Pero en mi caso ha sido un proceso un poco más complicado que me ha llevado a cansarme de ocuparme de “todo” más que a que el negocio haya ido mal. Y es así como empecé a escuchar ofertas.
Como ya tenía una trayectoria antes de establecerme por mi cuenta nunca me han faltado ofertas. El problema es que no eran interesantes y desconfiaba. Pero ahora he decidido escucharlas con más atención. Al fin y al cabo, trabajar por cuenta ajena es igual: tiene sus partes positivas y las partes negativas. La cuestión es trabajar.
Y cuando hice una entrevista en una oficina muy especial me di cuenta que tal vez había llegado el momento de dar marcha atrás. Con un vistazo de la oficina ya me di cuenta de que aquello era otra cosa. No parecía una oficina salvo por los ordenadores. Todo lo demás se asemejaba a la guarida de unos frikis, de esos que buscan para comprar material de oficina personalizado en el que aparezcan sus ídolos de la cultura popular. Y el logo de la empresa, por supuesto.
Ni siquiera la propia entrevista fue muy normal. Pasamos un rato largo hablando de café. Me ofrecieron un poco en una de esas tazas que tenían ellos con el logo del estudio, café preparado en una cafetera súper chula que tenía al lado de una impresora. Por lo que parecía se usaba mucho más la cafetera que la impresora que casi parecí recién desprecintada.
Y en vez de preguntarme cosas de mi carrera me hicieron preguntas sobre lo que pensaba de su estudio, de lo que estaba viendo, si me llamaba la atención algo. Y yo dije que eso de comprar material de oficina personalizado me parecía un acierto porque convertía el entorno en algo más íntimo, menos “oficinístico”. No cabía duda, tenía que trabajar allí… al menos una temporada para descubrir cuándo realmente trabajaban esos chicos.